Descripción
“Solanus Casey nunca se habría considerado un místico pero, paradójicamente, sus propios conocimientos sobre el ateísmo apuntan a que lo es. Además, no solo era un místico, sino un místico en acción: alguien que combinó en sí mismo las dimensiones contemplativa y activa de la experiencia de Dios de tal manera que se convirtió en una figura de Cristo para muchas personas.”—Del Capítulo Nueve
Designado por el Vaticano como “Colaborador Externo del Relator” para la causa de canonización del padre capuchino Solanus Casey, el primer hombre nacido en los Estados Unidos en ser declarado “Venerable” por la iglesia católica, Michael Crosby nos brinda una inspiradora y historia perspicaz de la fe inquebrantable de una persona en la presencia permanente de Dios en todo el universo.
“Para Solanus”, escribe Crosby, “conocer a Dios exigía una respuesta triple: aprecio, amor y servicio. Solanus escribió que el 'propósito de todos como criaturas racionales es reconocer y conocer a su Creador, para poder amarlo inteligentemente, esperar confiadamente en él y servirlo con gratitud'”.
Además del don de sanación que trajo felicidad a muchos, Solanus Casey también usó su don de profecía para animar, desafiar y devolver la esperanza a otros. Pero el mayor don del humilde capuchino fue la caridad, una caridad que no sólo caracterizó su relación feliz con Dios, sino que se desbordó en la forma cálida, solidaria, fraterna y hasta jocosa en la que se relacionaba con el prójimo.
Designado por el Vaticano como “Colaborador Externo del Relator” para la causa de canonización del padre capuchino Solanus Casey, el primer hombre nacido en los Estados Unidos en ser declarado “Venerable” por la iglesia católica, Michael Crosby nos brinda una inspiradora y historia perspicaz de la fe inquebrantable de una persona en la presencia permanente de Dios en todo el universo.
“Para Solanus”, escribe Crosby, “conocer a Dios exigía una respuesta triple: aprecio, amor y servicio. Solanus escribió que el 'propósito de todos como criaturas racionales es reconocer y conocer a su Creador, para poder amarlo inteligentemente, esperar confiadamente en él y servirlo con gratitud'”.
Además del don de sanación que trajo felicidad a muchos, Solanus Casey también usó su don de profecía para animar, desafiar y devolver la esperanza a otros. Pero el mayor don del humilde capuchino fue la caridad, una caridad que no sólo caracterizó su relación feliz con Dios, sino que se desbordó en la forma cálida, solidaria, fraterna y hasta jocosa en la que se relacionaba con el prójimo.
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